miércoles, 9 de marzo de 2011

Mar

Siento tu mirada en estos colores dorados; tu fuerza en este atardeciente sol de verano, y tus palabras en la risa del viento. En la orilla que el mar baña con sus dulces aguas, mi mano escribe tu nombre. Silenciosa, la arena, testigo del crimen que he cometido conmigo: el quebrantamiento del alma, y el juramento de no volver a extrañarte y no me arrepiento, no me arrepiento.
Las blancas gaviotas pasan con su vuelo errático, y haciendo ruidos estrepitosos se alejan al horizonte. Se van hacia tus pupilas a morir con tu mirada, mientras yo me trago mi gélida nostalgia en una copa de recuerdos estrellados y de distancias de tiempo, piel, y sentimiento.
Sus gritos susurran y retumban en mi pecho desnudo, herido aún y al parecer por siempre. Enmudecen mis pensamientos, y, en sepia, corren imágenes que estaban guardadas en lo más profundo de mi olvido. Estoy varado en este mar de la nostalgia y es inevitable acumularle gotas al agua. Vuelvo a ver tu nombre ahí en la arena, allí tan cerca y lejano, igual que aquellas lunas de noches plateadas, y nubes fosforescentes que veíamos en amaneceres ya distantes.
Se acaba la luz, las olas vienen y van, y tu nombre se ha borrado. No está más tu mirada, solo hay un sol, y un atardecer. Las aguas son amargas y el viento se enfría. El mar se ha llevado mi melancolía hacia el horizonte, adonde las gaviotas van. Me pregunto si alguna otra vez volverán de su viaje errático.

1 comentario:

  1. Ohhh el dolor esta ahi, siempre se nos presenta en nuestras vidas, tanto asi que quiza sea para balancear nuestro transito por estos días efímeros y prestados que cuentan en nuestra existencia. Muy bien escrito xndr,,,

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