jueves, 26 de noviembre de 2009

Carta Con Fecha De Ayer

La seducción del pasado me ha hipnotizado con sus páginas malditas de sabiduría pagana de otros tiempos. Engalanadas esas palabras, que infiltran a un ser tan frágil y sutil como el que no eres, roen mi cabeza y perforan en lo más hondo de mi ser.

Me he imaginado verte, olerte y escucharte, ¡Oh que sensación más extraña! como el ir y venir del viento, como el ir y venir de las olas, como el ir y venir de los tiempos…

Te has hecho inmensurable, ineludible, indesamable. Como risa de niño, como brisa de primavera. Has tornado azules los ojos rojos y todo tiene cada vez un poco más de sentido.

¿Qué has hecho conmigo? Has trastornado mis ideas con clara confusión. Se ha abierto mi apetito por tu verbo maldito y he sentido que soy otro con cada palabra que pasa frente a mí. He sucumbido a las formas aliteradas, a la armonía en el desorden y a la belleza de los actos carentes de razón. Locura, amiga como ella no hay siquiera una. ¿Quién más sino la Locura puede proteger de este mundo enfermo de precisiones absurdas y de medidas verdugas? ¡Nadie! Nadie protege, nadie ama, y la traición ronda tras nuestras espaldas, pero eso lo sabes tú más que yo y que nadie.

Enséñame a estrangular con mi lengua, a oír mientras hablan, y parir con odio y dolor; tú, hiena del infierno, bendíceme con tus santas palabras, sácame de los ojos el color que este mundo infame irradia y sepulta espadas en mi espalda, así estaré listo para mi pequeña guerra contra el mundo. Profundo abismo, he visto, nos separa. Mares de tierra y tiempo quebrantan nuestro íntimo ser, y yo solo interpreto el sueño que soñaste alguna vez. Me hace ser especial vivir y respirar aires que tú ya exhalaste, que me hacen parte del sueño. ¡Qué gran sueño! ¡Qué gran sueño! Vivir en lo aparente.

Observo tras mi ventana atardeceres penitentes, llenos de belleza ocre, y me pregunto si tú veías los mismos atardeceres en otra ventana, si te hacían soñar tiempos mejores o te recordaban ayeres de calma. ¡Sombrío, sombrío! donde se oculta el alma, allá habrás ido aleteando con tus manos emplumadas. Eres ave pues de mal agüero y sé que eso te causa gracia. Quiero yo también ser ave y volar en el hermetismo de nuestras palabras, y si se trasgrede a quien se ama ¡pues que se aguante! ¡Que la poesía siempre ha sido mierda perfumada! Porque el mundo y tú me han enseñado eso, que lo bello no sólo está en lo que a nuestra carne agrada, también está en las porquerías que guarda el alma.

Debe haber quienes rían ¡pobres hijos de perra! Sus caras deformadas por la oscuridad de sus ideas no les dejan ver más allá de lo que sus cadenas les permiten. Es imperdonable no perdonar tus revuelos, rapiña, que sólo nos muestran la vida tal y como es: imperfecta, incompleta, breve, y veloz. ¡Ay vida! A veces pienso que sería mejor vivirte en la barra de un bar, resaqueado por la eternidad, evocando pensamientos afiebrados y dejando que mi bohemia sea mi cartón para trabajar.

El alba llega y los muertos vuelven a sus tumbas, yo volveré a la mía y tú volverás a la tuya, pero no será como otras veces, querida perversa musa, yo me voy con recuerdos de noches de festines míticos en donde invité al amor, al odio, al desgano, y a la vida a sentarse todos juntos en mi mesa y tú te vas sin oír ni una palabra de lo que te he dicho, pero con deseos de pasar a beber y comer otra vez por aquí algún otro día, en algún otro poema.