Vuelvo a las andadas. Estelas de nombres y momentos dejan mi barca sobre este mar de lágrimas de aguas dulces y saladas. Mi mirada se pierde en el rojizo horizonte de un atardecer perpetuo, siempre moribundo, lleno de esta media vida. Me pregunto si algún día, algún día anocheceré…
Las estrellas, como luciérnagas, juegan en el nigérrimo cielo que dejo atrás. Ay atrás… ¡cuánto dejo!: palabras, silencio, sonrisas, quebranto, mentiras, verdad… todo guardado en una maleta en un agujero negro supermasivo de recuerdos que ha devorado a todos los demás menos a mí. Huyo de ser devorado por la monstruosidad quien ya me ha quitado vidas, y ganado cada guerra y batalla.
Navego sobre un mar de celeste nostalgia bajo un cielo negro de reminiscencia comprimida, hacia horizontes de mañanas y tierras nuevas. Allí termina mi viaje lejos de las quimeras del pasado...